Los beneficios del colecho
Si se tienen en cuenta las normas de seguridad, algunos profesionales tildan al colecho de una experiencia muy integradora y positiva tanto para el niño como para el padre. En muchas culturas se ha convertido al colecho en una práctica habitual y natural, aunque nuestra cultura lo califica como poco apropiada.
Algunos estudios demuestran que cuando el bebé duerme con su madre, este alcanza un sueño más calmo y profundo y amamantan más que los bebés que duermen separados. Su despertar es breve, permitiendo a lo largo de la noche un mayor descanso para ambos.
La madre está atenta a nivel inconciente de que está compartiendo la cama con su hijo, es así que podrá responder rápidamente a las necesidades del pequeño. Su bebé llorará menos durante la noche y es así que su nivel de estrés será menor, teniendo un impacto positivo a largo plazo en el desarrollo emocional del pequeño.
El dormir en la misma cama, refuerza el vínculo afectivo entre los padres y el niño, siendo el sueño compartido facilitador de una interacción familiar más profunda.
Ciertos estudios demuestran que quienes experimentaron el colecho en su primera infancia, de adultos demostraron que poseían más autoestima, más autocontrol, seguridad en sí mismos, tolerancia al estrés, mayor nivel de optimismo y grado de felicidad.
Podemos evitar la muerte súbita del bebé a la misma vez que ayudamos a que el niño siga una correcta evolución de su sueño, disminuyendo su nivel de ansiedad.
Las desventajas del colecho
Los profesionales que no están de acuerdo con esta práctica consideran que es perjudicial para el bebé al existir un riesgo de asfixia o incluso de aplastar al infante. También se observa que la relación con la pareja se ve complicada al no haber naturalidad a la hora de tener intimidad.
Otras investigaciones han descubierto que el dormir con los padres acarrea diversos problemas de sueño para el niño, dormirían menos tiempo, tardarían más en conciliar el sueño y además se despertarían más veces durante la noche.
A medida de que el bebé crece se vuelve un tanto intolerable para los padres las patadas, la respiración fuerte, los movimientos bruscos. También algunos padres consideran poco higiénico compartir el lecho con un bebé.
Inquieta por el tema consulté con una especialista en niños, la Licenciada en Psicología Paula Fassari, quién nos compartió su punto de vista: “En mi opinión los extremos no son nunca buenos, por eso si bien no estoy a favor del colecho tampoco considero que nunca debe llevarse a los hijos a la cama de los padres, lo explico a continuación.
Sin dudas hay que sopesar las variables en juego. Lo primero a tomar en cuenta es que el colecho no es aconsejado para la salud y seguridad de los niños menores de 1 año por aumentar el riesgo de síndrome de muerte súbita del lactante. En esta etapa, además, si el bebé duerme con su madre, será más demandante por las noches despertándose con mayor frecuencia para tomar el pecho o mamadera (en gran parte porque percibirá el olor de su madre y eso lo estimulará a alimentarse). Además de esto hay ciertos riesgos en lo referido a la seguridad porque la cama no está preparada para bebés y pueden caerse, por ejemplo, razón por la cual nunca deberían quedarse solos allí (además del riesgo de que suban a la cama mascotas u otros niños).
Un argumento a favor suele ser que padres e hijos recuperan de este modo tiempo que no han compartido en el día, no obstante, no está demostrado que este sea tiempo de calidad. Todo esto sin embargo, no significa que el niño deba dormir solo y alejado. Mientras el bebé es pequeño se recomiendan espacios pequeños para dormir (como un moisés) que le dan más seguridad y puede quedarse en el cuarto de sus padres un tiempo. Hoy contamos además con los baby call que permiten a los padres escucharlos y hasta verlos durante la noche aunque estén en otra habitación. El niño se sentirá seguro si los padres acuden cuando él los necesita y si no se lo deja llorar en exceso.
Una buena estrategia es que desde el inicio se lleve al bebé a su cuna o moisés durante el día para poder jugar allí y que de ese modo lo asocie con un sitio de placer, de seguridad. Por otra parte, que duerma en su cama no significa que no podamos dejar que se duerma en el pecho para luego acostarlo. Las necesidades del bebé (tanto físicas como emocionales) deben ser primordiales. No obstante todo lo dicho, y siguiendo la línea del principio de que no son buenos los extremos, apoyo la idea de que es positivo que el niño a veces pueda compartir la cama de los padres. Un buen momento por ejemplo son las mañanas: tal vez cuando el bebé se despierta los padres aún no se han levantado y pueden traerlo a su cama para jugar o mirar dibujitos (de los que ya disfrutan bastante a partir del tercer mes).
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